DOLOR CRÓNICO Y ESTILO DE VIDA


Como fisioterapeutas, cuando nos enfrentamos a pacientes con dolor crónico, en ocasiones, damos demasiada importancia a los factores estructurales y biomecánicos como la movilidad articular, la fuerza muscular, la estabilidad, dejando de lado otros elementos que son, muchas veces la barrera que hace que este tipo de pacientes no mejoren.  Por ejemplo el estilo de vida, parte fundamental del contexto biopsicosocial del paciente.

Debemos entender el dolor crónico como algo mucho más complejo y multifactorial, por tanto, el estilo de vida que desarrolle nuestro paciente deberá ser una cuestión fundamental a tener en cuenta. A continuación, se desarrollan varios aspectos relacionados con la calidad de vida que tienen una gran importancia en pacientes con dolor crónico:


SUEÑO: Tanto la cantidad como la calidad del sueño están directamente relacionadas con el dolor. Por ejemplo Such-Hofer S. et al. (2013) vieron que una noche sin sueño inducía a una hiperalgesia generalizada en sujetos sanos, lo que se traduce en una disminución de los umbrales del dolor. Smith MT et al. (2007) vieron que una restricción del sueño empeoraba el funcionamiento del Sistema inhibitorio nociceptivo endógeno. Además la alteración del sueño genera un circulo vicioso en el que el mal sueño crea hiperalgesia, disminuyendo los umbrales del dolor y por lo tanto empeorando a su vez la calidad del sueño.

Jo Nijs et al. 2018.

 ESTRÉS Y ANSIEDAD: Los factores psicológicos también influyen directamente en la percepción dolorosa. Tesarz J et al. (2018), llegaron a la conclusión de que el desarrollo de estrés durante la infancia tiene implicaciones importantes en la percepción del dolor en la edad adulta, predisponiendo al que lo sufre a desarrollar dolor crónico. Además, enlazando con el factor anterior, una alteración del sueño puede contribuir al desarrollo de estrés, que a su vez disminuiría la calidad del sueño y nos encontraríamos en un ciclo negativo. Por otra parte, la ansiedad reduce el efecto de inhibición endógena, por lo que existe más probabilidad de desarrollar dolor de larga evolución, O Van Hecke et al. (2013).




ACTIVIDAD FÍSICA: Existe amplia evidencia de que la actividad física es capaz de producir analgesia. Se ha visto que se activan los sistemas inhibitorios endógenos: Aumenta la concentración de opioides en sangre, aumenta la presencia de citoquinas que tienen efectos antinociceptivos y antiinflamatorios y se ha visto la activación de vías serontoninérgicas y noradrenalinérgicas. Por lo tanto, la actividad física puede prevenir y mejorar el dolor crónico. Una vida sedentaria influye directamente en la menor capacidad de regulación del dolor por estas vías.

Da silva santos R. et al. 2018.


Nijs J et al. 2019, observaron que un mal estilo de vida está directamente relacionado con el dolor crónico en adultos. Variables como los hábitos sedentarios, estrés, tabaquismo, peor sueño o una mala alimentación son especialmente importantes en este tipo de pacientes.


En resumen, un estilo de vida sedentario, con una mala calidad o poca cantidad de horas de sueño, estrés, ansiedad y mala alimentación, crean las bases para presentar dolor y favorecen que este se perpetúe en el tiempo. Por tanto, en pacientes con dolor de larga evolución, una parte fundamental de su recuperación pasa por un cambio hacia un estilo de vida más saludable. Si un paciente presenta dolor lumbar de larga evolución y tiene estrés, duerme mal y es sedentario, es muy posible que no mejore si no aborda este tipo de problemas, por muy buenas técnicas manuales o ejercicios específicos que hagamos. Como profesionales de la salud es nuestro deber promover hábitos
de vida saludables.


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