¿PUEDE EL EJERICICIO DISMINUIR EL DOLOR?

Existe amplia evidencia de que disminuye el riesgo de patología vascular, el estrés, mejora la salud mental, disminuye el riesgo del cáncer, la muerte prematura y mejora la calidad del sueño.(Cormie P, et al, 2017; Sanaz Nosrat, et al2017; Kelley GA, 2017). 



El ejercicio provoca cambios metabólicos y fisiológicos en nuestro cuerpo, entre ellos, es capaz de generar hipoalgesia, aunque en pacientes con dolor esto no es tan sencillo, sino que dependerá de varios factores que deberemos tener en cuenta a la hora de prescribirlo. 

Jens-Christian Trojel-Hviid, en 2019, observaron en un estudio aplicado a 35 pacientes asintomáticos, que seis minutos de caminata a una media de intensidad de 11 en la escala de Borg, generaba una disminución del umbral de tolerancia del dolor. Vaegter HB, et al, en 2017, observaron los mismos resultados en pacientes sanos, aplicando un protocolo de ejercicio isométrico submáximo de rodilla de 3 minutos. Esto apunta a que, en sujetos sanos, el ejercicio es capaz de generar hipoalgesia a corto plazo y que no es necesaria una intensidad ni duración altas. 

Sin embargo, pacientes con dolor complejo pueden tener incluso respuestas negativas al ejercicio. Vaegter HB et al, 2016 observaron que los pacientes con alta sensibilidad al dolor aumentaban su umbral de dolor a la presión tras el ejercicio, sin embargo, pacientes con baja sensibilidad al dolor, parecían tener una respuesta más encaminada a la hipoalgesia. Parece ser que el efecto del ejercicio tiene relación con el estado del sistema de modulación del dolor de los sujetos, en aquellos en los que se presenta una alteración importante del mismo, podemos encontrar respuestas negativas al ejercicio. 

Un estudio que está desarrollando actualmente el grupo de investigación de Vaegter y colaboradores se planteó la cuestión de si la información que aportamos al paciente previamente a la realización de ejercicio, podría influir sobre sus resultados, es decir si las expectativas de los pacientes, modificaban los efectos del ejercicio de manera inmediata. Para ello se dividió a un grupo de pacientes con dolor en tres grupos, a uno de ellos se les explicó el efecto del ejercicio de manera neutral, a un segundo grupo se les explicó que notarían una reducción del dolor y al tercer grupo se les explicó que probablemente aumentarían sus síntomas. Los resultados revelaron que precisamente al grupo con expectativas de empeoramiento, se producía una hiperalgesia, y en aquellos pacientes en los que se reforzaron los efectos positivos, se generó hipoalgesia. 

A largo plazo, protocolos de ejercicio de 12 semanas de duración, con tres sesiones de ejercicio aeróbico y de fuerza han demostrado disminuir la sensibilidad del dolor a la presión en pacientes 
con oesteoartritis de rodilla. (Henriksen M, et al 2014). 

Por lo tanto, ¿Cómo podemos saber si un paciente va a responder bien o mal a un programa de ejercicio tanto a corto plazo como a largo plazo? Aquí encontramos algunas cuestiones que debemos tener en cuenta: 
  • Pacientes kinesiofobicos. 
  • Pacientes con dolor complejo. 
  • Pacientes con una sensibilidad al dolor alta. 
  • Expectativas negativas sobre el ejercicio. 

Pacientes con estas situaciones, son candidatos a responder negativamente. Sabemos que 8 de cada 10 pacientes con dolor crónico creen que el ejercicio va a ser un desencadenante de dolor, es de vital importancia cambiar estas creencias y encaminar las expectativas del paciente hacia unos resultados positivos. 

Por lo tanto, el ejercicio es un potencial aliado para reducir el dolor y funcionará mejor si cambiamos las expectativas y  creencias de nuestros pacientes. 

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